Brucelosis: Revisión del Diagnóstico y Tratamiento.

Brucelosis

La brucelosis es una infección zoonótica que se transmite a los humanos por contacto con fluidos de animales infectados (ovejas, vacas, cabras, cerdos u otros animales) o productos derivados tales como la leche y queso no pasteurizados. La brucelosis tiene una alta morbilidad tanto para humanos como para animales; es una causa importante de pérdidas económicas y problemas de salud pública en muchos países en desarrollo.

Su prevalencia ha ido en aumento debido al creciente turismo internacional y la migración. Revisemos pues las claves diagnósticas y terapéuticas de esta enfermedad.

Microbiología de la Brucelosis

La Brucella es un bacilo intracelular aerobio, pequeño e inmóvil. La tinción de Gram muestra cocobacilos gramnegativos únicos, diminutos. Este patógeno carece de cápsula, esporas y flagelos. La mayoría de las cepas requieren medios complejos para su crecimiento, que pueden mejorarse al agregar suero o sangre. La temperatura óptima de crecimiento es de 35 a 37° C.; y a pesar de condiciones óptimas es lento.

La clásica técnica de cultivo de Ruiz-Castañeda se sigue utilizando en entornos en desarrollo; sin embargo, los sistemas de hemocultivo automatizados son más efectivos. La Brucella puede sobrevivir hasta dos días en leche a 8°C, hasta tres semanas en carne congelada y hasta tres meses en queso de cabra. Además, puede permanecer viable durante más de 40 días en excretas animales si el suelo está húmedo. Los organismos son sensibles al calor, a la radiación ionizante, a los desinfectantes más comúnmente utilizados, y a la pasteurización.

Epidemiología

La brucelosis humana debida a la infección por B. melitensis es la zoonosis más común en todo el mundo. Hay un estimado de 2.4 billones de personas en riesgo. Esta infección parece estar reapareciendo; se estima que el número de individuos infectados con Brucella puede ser hasta 26 veces mayor que los 500,000 casos reportados anualmente. Las principales áreas endémicas incluyen países de la cuenca del Mediterráneo, Medio Oriente, Asia Central, China, el subcontinente indio, África subsahariana, partes de México y América Central y del Sur.

La endemicidad de la brucelosis está cambiando debido a la mejora de las estrategias de diagnóstico y la implementación de programas de control. La prevalencia de la brucelosis en humanos depende de varios factores, incluyendo la geografía, las prácticas de cría, la matanza, las técnicas de preparación de alimentos y el comercio. Todos los grupos de edad y ambos sexos se ven afectados. Los humanos adquieren la infección a través del consumo de productos de animales infectados, como leche no pasteurizada, queso y carne insuficientemente cocida o cruda.

La infección puede transmitirse por la entrada de bacterias en lesiones cutáneas o conjuntivas o por inhalación de polvo o aerosoles contaminados. Los antecedentes familiares de brucelosis en regiones endémicas varían de 9 a 51%; la evaluación de los miembros del hogar de un caso índice detecta casos adicionales no reconocidos, lo que permite el diagnóstico temprano y la prevención de complicaciones.

Etiopatogenia

Brucella es ingerida fácilmente por las células polimorfonucleares y macrófagos, que luego pasan a los ganglios linfáticos locales. Los organismos se multiplican intracelularmente, y las bacterias de las células lisadas pueden infectar a otras células o diseminarse sistémicamente. Algunas se destruyen dentro de los lisosomas de las células fagocíticas, mientras que otras son capaces de prevenir la fusión del fagosoma-lisosoma y evitar la muerte intracelular en los lisosomas para alcanzar una vacuola derivada del retículo endoplásmico.

Durante la etapa intracelular, Brucella muestra una gama de estrategias de supervivencia para suprimir la respuesta inmune del huésped y evitar la destrucción inmediata; evitan la fuerte activación del sistema inmune innato, soportan la acción directa del complemento y otras sustancias bactericidas y evaden la acción de las células polimorfonucleares y los macrófagos. Brucella establece una infección duradera dentro de las células del huésped. Todas estas actividades pueden promover la cronicidad de la infección. No se han descrito factores de virulencia clásicos. Se sospecha que el lipopolisacárido (LPS) y las proteínas implicadas en la señalización, la regulación génica y el transporte transmembrana están implicados en la virulencia.

El LPS no desencadena una respuesta inmune innata importante y, por tanto, la síntesis de citoquinas inflamatorias es baja durante las primeras etapas de la infección, lo que impide un desencadenamiento oportuno de las respuestas Th1. Además, el LPS tiene un papel importante en la entrada a las células y la evasión inmune de la célula infectada; además de ser esencial para la supervivencia intracelular. Por último, el LPS en la Brucella puede estar involucrado en la inhibición de la apoptosis de las células infectadas, evitando así la eliminación de la célula huésped.

Respuesta Inmunológica e Histológica

La respuesta inmunológica en la brucelosis se puede clasificar en tres mecanismos. Primero, el IFN-gamma activa la función bactericida en los macrófagos para dificultar la supervivencia intracelular de la Brucella. Después, la citotoxicidad de las células T CD8+ y gamma delta destruye los macrófagos infectados. Finalmente, los anticuerpos de tipo Th1 opsonizan al patógeno para facilitar su fagocitosis.

En humanos, la infección por Brucella spp. da como resultado la formación de granulomas similares a la sarcoidosis no caseificantes, que consisten en células epitelioides, leucocitos polimorfonucleares, linfocitos y algunas células gigantes. La respuesta granulomatosa es característica de la infección por B. abortus. En la infección por B. melitensis, los granulomas son muy pequeños. La infección por B. suis a menudo va acompañada de formación de abscesos crónicos.

Presentación Clínica

El período de incubación suele ser de una a cuatro semanas; ocasionalmente, puede durar varios meses. En general, Brucella melitensis causa una infección más grave que Brucella abortus, mientras que la infección por Brucella suis en humanos puede ser tan grave como la de B. melitensis. La brucelosis es una infección sistémica con un amplio espectro clínico, que va desde una enfermedad asintomática hasta una enfermedad grave y/o mortal.

Las características clínicas y de laboratorio varían ampliamente. Las principales presentaciones son enfermedad febril aguda, con o sin signos de localización e infección crónica. La infección en los niños generalmente es más benigna que en los adultos con respecto a la probabilidad y la gravedad de las complicaciones y la respuesta al tratamiento. 

La brucelosis en el embarazo se asocia con riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro e infección intrauterina con muerte fetal. La brucelosis no es una infección oportunista en pacientes infectados con VIH o que tienen SIDA, incluso en áreas de endemicidad. La mayoría de los pacientes con infección por VIH y brucelosis tienen un curso clínico benigno en las primeras etapas de la infección por VIH.

Brucelosis Aguda

La enfermedad aguda por lo general consiste en la aparición insidiosa de fiebre, sudoración nocturna (con un fuerte y peculiar olor a moho), artralgias, mialgias, lumbalgia y pérdida de peso; así como debilidad, fatiga, malestar general, cefalea, mareos, depresión y anorexia. Un porcentaje importante de pacientes puede tener dispepsia, dolor abdominal y tos. Los hallazgos físicos son variables e inespecíficos. Hepatomegalia, esplenomegalia y/o linfadenopatía pueden estar presentes.

La fiebre en la brucelosis aguda no tratada puede ser alta o ligeramente elevada y generalmente dura de días a semanas. La ondulación irregular ha sido descrita. La brucelosis puede ser una causa de fiebre de origen desconocido.

Infección Localizada

La infección localizada ocurre en aproximadamente el 30% de los casos; la brucelosis puede afectar cualquier órgano. La afectación osteoarticular es la presentación más común. Las articulaciones sacroilíacas y las grandes articulaciones de los miembros inferiores son las más frecuentes. La espondilitis es una complicación grave de la brucelosis; es más prevalente en pacientes mayores y pacientes con enfermedad prolongada antes del tratamiento. Las vértebras lumbares se ven afectadas con mayor frecuencia que las torácicas y cervicales. El absceso paravertebral, epidural y del psoas puede ocurrir en el contexto de la espondilitis brucelar.

La afectación genitourinaria ocurre en 2 a 20% de los casos; la orquitis y/o epididimitis son las manifestaciones más comunes. Las manifestaciones menos comunes incluyen prostatitis, cistitis, nefritis intersticial, glomerulonefritis y abscesos renales, testiculares o tubo-ováricos. La afectación pulmonar ocurre en hasta 7% de los pacientes con brucelosis. Se puede observar bronquitis, neumonitis intersticial, neumonía lobar, nódulos pulmonares, derrame pleural, linfadenopatía hiliar, empiema o abscesos. La afectación gastrointestinal puede presentarse con hepatitis clínica (3 a 6%). En raras ocasiones, otras manifestaciones incluyen absceso hepático o esplénico, colecistitis, pancreatitis, ileitis, colitis y peritonitis espontánea.

Las alteraciones hematológicas, que incluyen anemia, leucopenia, trombocitopenia, pancitopenia y/o coagulación intravascular diseminada, son relativamente frecuentes. La afectación neurológica ocurre en 2 a 7% de los casos. Las manifestaciones incluyen meningitis (aguda o crónica), encefalitis, mielitis, radiculitis y/o neuritis (con afectación de los pares craneales o nervios periféricos). La afectación cardíaca es relativamente rara, pero puede incluir endocarditis, miocarditis, pericarditis, endarteritis, tromboflebitis y/o aneurisma micótico de la aorta o los ventrículos. De estos, la endocarditis ocurre con mayor frecuencia (1 a 2%) y es la principal causa de muerte atribuible a la brucelosis.

La afectación ocular se presenta comúnmente con uveítis. Otras manifestaciones incluyen queratoconjuntivitis, úlceras corneales, iridociclitis, queratitis numular, coroiditis, neuritis óptica, papiledema y endoftalmitis. Las manifestaciones dermatológicas ocurren en hasta 10% de los pacientes. Los hallazgos pueden incluir erupciones maculares, maculopapulares, escarlatiniformes, papulonodulares y eritema nodoso, ulceraciones, petequias, púrpura, vasculitis granulomatosa y abscesos.

Recaída

La tasa de recaída después del tratamiento es de aproximadamente 5 a 15%. Generalmente ocurre dentro de los primeros seis meses después de la finalización del tratamiento, aunque puede ocurrir hasta 12 meses después. Las causas incluyen una elección inadecuada de antibióticos, una duración del tratamiento más breve, falta de adherencia o focos de infección localizados. La recaída debido a resistencia a los antibióticos es rara.

En un modelo multivariable para predecir la recaída, los predictores independientes incluyeron hemocultivos positivos al inicio del estudio, temperatura >38,3°C y duración de los síntomas antes del tratamiento <10 días. En áreas con exposición continua, la diferenciación clínica entre recaída y reinfección puede ser difícil.

Brucelosis Crónica

La brucelosis crónica se refiere a pacientes con manifestaciones clínicas durante más de un año después de haberse establecido el diagnóstico de brucelosis. La brucelosis crónica se caracteriza por infección localizada (generalmente espondilitis, osteomielitis, abscesos tisulares o uveítis) y/o recaída en pacientes con evidencia objetiva de infección (títulos elevados de anticuerpos y/o aislamiento de la bacteria en sangre o tejidos).

En algunos casos, los pacientes atribuyen los síntomas a la brucelosis crónica en ausencia de evidencia objetiva de infección (bajos títulos de anticuerpos, cultivos estériles). Tales pacientes suelen tener un curso cíclico con dolor de espalda intermitente, artralgia, sudoración y signos de psiconeurosis.

Estudios Diagnósticos

Los hallazgos de laboratorio deben interpretarse junto con las manifestaciones clínicas, el antecedente de exposición, la ocupación y el antecedente de infección previa. Las herramientas diagnósticas de laboratorio para la brucelosis incluyen cultivo, serología y reacción en cadena de polimerasa (PCR). El personal de laboratorio que maneja cultivos de Brucella corre un alto riesgo de contraer brucelosis por accidentes, aerosolización y/o medidas preventivas de laboratorio inadecuadas, y deben ser informados con anticipación sobre la posibilidad de diagnóstico de brucelosis para implementar las medidas apropiadas.

Idealmente, el diagnóstico se realiza mediante cultivo del organismo a partir de una muestra de sangre u otros sitios, como médula ósea (estándar de oro) o muestras de biopsia hepática. La sensibilidad del cultivo es limitada; si los hemocultivos estándar son negativos y la brucelosis sigue siendo una consideración, se debe alertar al laboratorio sobre la sospecha de brucelosis para poder realizar técnicas adicionales de hemocultivo. Las pruebas serológicas también deben realizarse; la aglutinación sérica y el ensayo inmunoabsorbente ligado a enzimas (ELISA) son las pruebas serológicas más comunes. La prueba de aglutinación en placas de Rosa de Bengala se usa a menudo como una prueba de detección rápida, con una sensibilidad muy alta (> 99%) y una especificidad también bastante alta.

En la neurobrucelosis, las alteraciones del líquido cefalorraquídeo suelen incluir una pleocitosis de 10 a 200 leucocitos (predominantemente células mononucleares), niveles elevados de proteínas e hipoglucorraquia. En el contexto de hallazgos consistentes con meningitis aséptica, los niveles elevados de adenosina desaminasa en el líquido cefalorraquídeo sugieren meningitis por Brucella (o meningitis tuberculosa). Las radiografías, la tomografía computarizada (TAC), la resonancia magnética (RM) y la ecocardiografía pueden ser útiles para evaluar la enfermedad localizada pero no proporcionan un diagnóstico definitivo.

Tratamiento de la Brucelosis

Hay dos esquemas principales para el tratamiento de adultos con brucelosis no complicada (ausencia de espondilitis, neurobrucelosis o endocarditis):

  • Doxiciclina 100 mg VO. c. 12 hrs. durante seis semanas, más estreptomicina 1 gr. IM. una vez al día durante los primeros 14 a 21 días. La gentamicina (5 mg/kg) puede sustituir a la estreptomicina; se ha demostrado la misma eficacia. La duración óptima de la gentamicina es incierta; se aceptan 5 a 14 días.
  • Doxiciclina 100 mg VO. c. 12 hrs. más rifampicina 600 a 900 mg (15 mg/kg) VO. una vez al día. Ambos medicamentos se administran durante seis semanas. 

La eficacia relativa de estos esquemas se evaluó en un ensayo aleatorizado que incluyó 95 pacientes con brucelosis; los pacientes con espondilitis fueron excluidos. El tiempo de defervescencia y la tasa de recaída a los 12 meses fueron comparables entre los dos esquemas de tratamiento (3.2 versus 4.2 días y 4.3 frente a 4.9%, respectivamente). El esquema de doxiciclina-estreptomicina se considera el “estándar de oro” y se ha demostrado que es más eficaz que la doxiciclina-rifampicina en algunos estudios. En un metanálisis, los pacientes tratados con doxiciclina-estreptomicina y régimen de doxiciclina-rifampicina tuvieron una curación exitosa en 92 y 81% de los casos, respectivamente (p= 0,0004).

Otro estudio que comparó la doxiciclina-estreptomicina y la doxiciclina-rifampicina notó la falta de respuesta al tratamiento en 7% frente al 24% de los pacientes, respectivamente (p = 0,0016). Sin embargo, muchos favorecen a la doxiciclina-rifampicina ya que es relativamente barata y conveniente. La estreptomicina no está disponible en algunas regiones, y la administración parenteral de aminoglucósidos no es tan conveniente como el tratamiento oral. La monoterapia y los esquemas de menos de seis semanas no son estrategias de tratamiento aceptadas para la brucelosis.

Esquemas Alternativos de Tratamiento

Las fluoroquinolonas (500 mg de ciprofloxacina dos veces al día o 200 mg de ofloxacina dos veces al día) tienen buena actividad in vitro contra Brucella spp. y pueden usarse en combinación con doxiciclina o rifampicina, pero no son antibióticos de primera línea apropiados. Pueden ser útiles en el contexto de farmacorresistencia, toxicidad antimicrobiana y algunos casos de recaída.

Hay algunos estudios que demuestran tasas de curación más favorables con triple esquema en comparación al tratamiento únicamente con dos fármacos. Trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX, dos veces al día) se puede utilizar como un antibiótico adicional (el tercero) en casos complejos de brucelosis localizada, recaída o enfermedad refractaria.

Enfermedad Localizada

En general, se requieren tratamientos más prolongados (al menos 12 semanas) para el tratamiento de la espondilitis, neurobrucelosis, endocarditis o lesiones supurativas localizadas. En general, se justifican tres fármacos en el contexto de neurobrucelosis, endocarditis y lesiones supurativas localizadas. Otras formas de infección localizada se tratan de la misma manera que la brucelosis no complicada.

Espondilitis

El tratamiento para la espondilitis por Brucella debe consistir en dos antibióticos durante al menos 12 semanas. Los pacientes con espondilitis por Brucella parecen responder mejor a la doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día durante 12 semanas) más estreptomicina (1 g por vía intramuscular una vez al día durante los primeros 14 a 21 días) que a doxiciclina-rifampicina. Las alternativas incluyen doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día) más rifampicina (600 a 900 mg (15 mg / kg) una vez al día) durante al menos 12 semanas o ciprofloxacina (500 mg dos veces al día) más rifampicina durante al menos 12 semanas.

La duración del tratamiento es al menos tan importante como la elección de los antimicrobianos. En un metanálisis, la tasa de fracaso para los pacientes tratados durante menos de seis semanas fue del 43%; la tasa de fracaso para los pacientes tratados más de 12 semanas fue del 17%. La cirugía puede justificarse en el contexto de inestabilidad de la columna, persistencia o progresión del déficit neurológico, colapso vertebral o absceso localizado (epidural o paravertebral).

Neurobrucelosis

La mayoría de los expertos está a favor de la administración de dos o tres fármacos que crucen la barrera hematoencefálica y penetren el parénquima cerebral y el líquido cefalorraquídeo (LCR) para el tratamiento de la neurobrucelosis. Los esquemas incluyen doxiciclina, rifampicina y ceftriaxona o trimetoprima-sulfametoxazol. Los esquemas basados ​​en ceftriaxona pueden tener más éxito y permitir una duración más corta del tratamiento.

El tratamiento generalmente es largo (meses) y debe individualizarse según los signos y síntomas clínicos; en general, debe continuarse hasta que los parámetros del LCR hayan vuelto a la normalidad. El papel de los corticosteroides es incierto y no forman parte del tratamiento estándar. El uso de esteroides puede ser apropiado en casos de neurobrucelosis complicada por iritis, papiledema, mielopatía, polineuropatía y/o parálisis de pares craneales.

Endocarditis

La endocarditis es una complicación rara y potencialmente mortal de la brucelosis. Los pacientes con endocarditis por brucelosis requieren una combinación de cirugía y agentes antimicrobianos para la mayor probabilidad de curación, aunque se ha informado de un pequeño número de casos tratados con éxito únicamente con tratamiento antimicrobiano. Éste último puede intentarse en ausencia de insuficiencia cardíaca, destrucción valvular, absceso o una válvula protésica.

El enfoque del tratamiento se basa principalmente en pequeñas series y reportes de casos. Se debe usar una combinación de antimicrobianos; la combinación óptima es incierta, pero los datos sugieren que la mortalidad puede ser menor cuando el esquema de tratamiento incluye un aminoglucósido. En general, la mayor experiencia clínica ha sido utilizar un tratamiento de combinación con un aminoglucósido, doxiciclina y rifampicina; sin embargo, se necesitan más estudios.

La duración óptima del tratamiento es incierta; generalmente se administra durante seis semanas a seis meses (duración media de tres meses). Después del reemplazo valvular, la duración del tratamiento antimicrobiano también es incierta; la decisión de suspender el tratamiento debe determinarse de forma individual después de una evaluación clínica exhaustiva.

Referencias Bibliográficas

Bosilkovski M, Dimzova M, Grozdanovski K. Natural history of brucellosis in an endemic region in different time periods. Acta Clin Croat 2009; 48:41.

Colmenero JD, Reguera JM, Martos F, et al. Complications associated with Brucella melitensis infection: a study of 530 cases. Medicine (Baltimore) 1996; 75:195.

Greenfield RA, Drevets DA, Machado LJ, et al. Bacterial pathogens as biological weapons and agents of bioterrorism. Am J Med Sci 2002; 323:299.

Alton GG, Jones LM, Angus RD, Verger JM. Techniques for the brucellosis laboratory, Institut National de la recherche Agronomique, Paris 1988.

Wright SG. Brucellosis. In: Hunter’s Tropical Medicine and Emerging Infectious Diseases, 8th ed, Strickland GT (Ed), W.B. Saunders Company, Philadelphia 2000. p.416.

Pappas G, Akritidis N, Bosilkovski M, Tsianos E. Brucellosis. N Engl J Med 2005; 352:2325.

WHO/CDS/EPR/2006.7. Brucellosis in humans and animals Geneva: World Health Organization, 2006.

Lindquist D, Chu MC, Probert WWS. Francisella and Brucella. In: Manual of Clinical Microbiology, 9th ed, Murray PR, Baron EJO, Jorgensen JH, et al (Eds), ASM Press, Washington, DC 2007. p.824.

Sohn AH, Probert WS, Glaser CA, et al. Human neurobrucellosis with intracerebral granuloma caused by a marine mammal Brucella spp. Emerg Infect Dis 2003; 9:485.

Pappas G. The changing Brucella ecology: novel reservoirs, new threats. Int J Antimicrob Agents 2010; 36 Suppl 1:S8.

Al Dahouk S, Nöckler K. Implications of laboratory diagnosis on brucellosis therapy. Expert Rev Anti Infect Ther 2011; 9:833.

Whatmore AM, Davison N, Cloeckaert A, et al. Brucella papionis sp. nov., isolated from baboons (Papio spp.). Int J Syst Evol Microbiol 2014; 64:4120.

Corbel MJ. Brucellosis: an overview. Emerg Infect Dis 1997; 3:213.

Moreno E, Cloeckaert A, Moriyón I. Brucella evolution and taxonomy. Vet Microbiol 2002; 90:209.

Doganay M, Aygen B. Human brucellosis: An overview. Int J Infect Dis 2003; 7:173.

Corbel MJ. Overview. In: Brucellosis, Madkuor MM (Ed), Butterworths, University Press, Cambridge (UK) 1989. p.71.

Corbel MJ. Microbiology of the genus Brucella. In: Brucellosis: Clinical and Laboratory Aspects, Young EJ, Corbel MJ (Eds), CRC Press, Boca Raton 1989. p.53.

Jennings GJ, Hajjeh RA, Girgis FY, et al. Brucellosis as a cause of acute febrile illness in Egypt. Trans R Soc Trop Med Hyg 2007; 101:707.

Pappas G, Papadimitriou P, Akritidis N, et al. The new global map of human brucellosis. Lancet Infect Dis 2006; 6:91.

Seleem MN, Boyle SM, Sriranganathan N. Brucellosis: a re-emerging zoonosis. Vet Microbiol 2010; 140:392.

Mantur BG, Amarnath SK, Shinde RS. Review of clinical and laboratory features of human brucellosis. Indian J Med Microbiol 2007; 25:188.

Young EJ. Brucellosis: current epidemiology, diagnosis, and management. Curr Clin Top Infect Dis 1995; 15:115.

Bosilkovski M, Krteva L, Caparoska S, Dimzova M. Osteoarticular involvement in brucellosis: study of 196 cases in the Republic of Macedonia. Croat Med J 2004; 45:727.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, Kondova I. Brucellosis in 418 patients from the Balkan Peninsula: exposure-related differences in clinical manifestations, laboratory test results, and therapy outcome. Int J Infect Dis 2007; 11:342.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, et al. Human brucellosis in Macedonia – 10 years of clinical experience in endemic region. Croat Med J 2010; 51:327.

Centers for Disease Control and Prevention. Exposure to RB51 through Raw Milk or Milk Products: How to Reduce Risk of Infection.

Robson JM, Harrison MW, Wood RN, et al. Brucellosis: re-emergence and changing epidemiology in Queensland. Med J Aust 1993; 159:153.

Salvana EMT, Salata RA. Brucellosis. In: Goldman-Cecil Medicine, 25th ed, Goldman L, Schafer AI (Eds), Elsevier, Philadelphia 2015. p.1979.

Poulou A, Markou F, Xipolitos I, Skandalakis PN. A rare case of Brucella melitensis infection in an obstetrician during the delivery of a transplacentally infected infant. J Infect 2006; 53:e39.

Mesner O, Riesenberg K, Biliar N, et al. The many faces of human-to-human transmission of brucellosis: congenital infection and outbreak of nosocomial disease related to an unrecognized clinical case. Clin Infect Dis 2007; 45:e135.

Gorvel JP, Moreno E. Brucella intracellular life: from invasion to intracellular replication. Vet Microbiol 2002; 90:281.

Pizarro-Cerdá J, Moreno E, Gorvel JP. Invasion and intracellular trafficking of Brucella abortus in nonphagocytic cells. Microbes Infect 2000; 2:829.

Delrue RM, Lestrate P, Tibor A, et al. Brucella pathogenesis, genes identified from random large-scale screens. FEMS Microbiol Lett 2004; 231:1.

Dornand J, Gross A, Lafont V, et al. The innate immune response against Brucella in humans. Vet Microbiol 2002; 90:383.

Ko J, Splitter GA. Molecular host-pathogen interaction in brucellosis: current understanding and future approaches to vaccine development for mice and humans. Clin Microbiol Rev 2003; 16:65.

Skendros P, Sarantopoulos A, Tselios K, Boura P. Chronic brucellosis patients retain low frequency of CD4+ T-lymphocytes expressing CD25 and CD28 after Escherichia coli LPS stimulation of PHA-cultured PBMCs. Clin Dev Immunol 2008; 2008:327346.

Moreno E, Moriyon I. Brucella melitensis: a nasty bug with hidden credentials for virulence. Proc Natl Acad Sci U S A 2002; 99:1.

DelVecchio VG, Kapatral V, Elzer P, et al. The genome of Brucella melitensis. Vet Microbiol 2002; 90:587.

Lapaque N, Moriyon I, Moreno E, Gorvel JP. Brucella lipopolysaccharide acts as a virulence factor. Curr Opin Microbiol 2005; 8:60.

Boschiroli ML, Ouahrani-Bettache S, Foulongne V, et al. Type IV secretion and Brucella virulence. Vet Microbiol 2002; 90:341.

Gross A, Terraza A, Ouahrani-Bettache S, et al. In vitro Brucella suis infection prevents the programmed cell death of human monocytic cells. Infect Immun 2000; 68:342.

Guzman-Verri C, Manterola L, Sola-Landa A, et al. The two-component system BvrR/BvrS essential for Brucella abortus virulence regulates the expression of outer membrane proteins with counterparts in members of the Rhizobiaceae. Proc Natl Acad Sci U S A 2002; 99:12375.

López-Goñi I, Guzmán-Verri C, Manterola L, et al. Regulation of Brucella virulence by the two-component system BvrR/BvrS. Vet Microbiol 2002; 90:329.

Manterola L, Moriyón I, Moreno E, et al. The lipopolysaccharide of Brucella abortus BvrS/BvrR mutants contains lipid A modifications and has higher affinity for bactericidal cationic peptides. J Bacteriol 2005; 187:5631.

Arenas GN, Staskevich AS, Aballay A, Mayorga LS. Intracellular trafficking of Brucella abortus in J774 macrophages. Infect Immun 2000; 68:4255.

Skendros P, Pappas G, Boura P. Cell-mediated immunity in human brucellosis. Microbes Infect 2011; 13:134.

Gotuzzo E, Pappas G. Brucellosis. In: Tropical Infectious Diseases: Principles, Pathogens and Practice, 3rd ed, Guerrant RL, Walker DH, Weller PF (Eds), Saunders Elsevier, Philadelphia 2011. p.271.

Gazapo E, Gonzalez Lahoz J, Subiza JL, et al. Changes in IgM and IgG antibody concentrations in brucellosis over time: importance for diagnosis and follow-up. J Infect Dis 1989; 159:219.

Ariza J, Pellicer T, Pallarés R, et al. Specific antibody profile in human brucellosis. Clin Infect Dis 1992; 14:131.

Al Dahouk S, Tomaso H, Nöckler K, et al. Laboratory-based diagnosis of brucellosis–a review of the literature. Part II: serological tests for brucellosis. Clin Lab 2003; 49:577.

Zhan Y, Cheers C. Endogenous interleukin-12 is involved in resistance to Brucella abortus infection. Infect Immun 1995; 63:1387.

Caron E, Liautard JP, Köhler S. Differentiated U937 cells exhibit increased bactericidal activity upon LPS activation and discriminate between virulent and avirulent Listeria and Brucella species. J Leukoc Biol 1994; 56:174.

Bravo MJ, de Dios Colmenero J, Alonso A, Caballero A. Polymorphisms of the interferon gamma and interleukin 10 genes in human brucellosis. Eur J Immunogenet 2003; 30:433.

Zhan Y, Liu Z, Cheers C. Tumor necrosis factor alpha and interleukin-12 contribute to resistance to the intracellular bacterium Brucella abortus by different mechanisms. Infect Immun 1996; 64:2782.

Zhan Y, Cheers C. Control of IL-12 and IFN-gamma production in response to live or dead bacteria by TNF and other factors. J Immunol 1998; 161:1447.

Oliaro J, Dudal S, Liautard J, et al. Vgamma9Vdelta2 T cells use a combination of mechanisms to limit the spread of the pathogenic bacteria Brucella. J Leukoc Biol 2005; 77:652.

Bosilkovski M, Dimzova M, Grozdanovski K. Natural history of brucellosis in an endemic region in different time periods. Acta Clin Croat 2009; 48:41.

Colmenero JD, Reguera JM, Martos F, et al. Complications associated with Brucella melitensis infection: a study of 530 cases. Medicine (Baltimore) 1996; 75:195.

Mantur BG, Amarnath SK, Shinde RS. Review of clinical and laboratory features of human brucellosis. Indian J Med Microbiol 2007; 25:188.

Fiori PL, Mastrandrea S, Rappelli P, Cappuccinelli P. Brucella abortus infection acquired in microbiology laboratories. J Clin Microbiol 2000; 38:2005.

Young EJ. An overview of human brucellosis. Clin Infect Dis 1995; 21:283.

Troy SB, Rickman LS, Davis CE. Brucellosis in San Diego: epidemiology and species-related differences in acute clinical presentations. Medicine (Baltimore) 2005; 84:174.

WHO/CDS/EPR/2006.7. Brucellosis in humans and animals Geneva: World Health Organization, 2006.

Buchanan TM, Faber LC, Feldman RA. Brucellosis in the United States, 1960-1972. An abattoir-associated disease. Part I. Clinical features and therapy. Medicine (Baltimore) 1974; 53:403.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, et al. Human brucellosis in Macedonia – 10 years of clinical experience in endemic region. Croat Med J 2010; 51:327.

Pappas G, Akritidis N, Bosilkovski M, Tsianos E. Brucellosis. N Engl J Med 2005; 352:2325.

Doganay M, Aygen B. Human brucellosis: An overview. Int J Infect Dis 2003; 7:173.

Khan MY, Mah MW, Memish ZA. Brucellosis in pregnant women. Clin Infect Dis 2001; 32:1172.

Gotuzzo E, Carillo C. Brucella. In: Infectious Diseases, 3rd Ed, Gorbach SL, Bartlett JG, Blacklow NR (Eds), Lippincott Williams & Wilkins, Philadelphia 2004. p.1717.

Moreno S, Ariza J, Espinosa FJ, et al. Brucellosis in patients infected with the human immunodeficiency virus. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1998; 17:319.

Young EJ. Brucellosis: current epidemiology, diagnosis, and management. Curr Clin Top Infect Dis 1995; 15:115.

Gotuzzo E, Pappas G. Brucellosis. In: Tropical Infectious Diseases: Principles, Pathogens and Practice, 3rd ed, Guerrant RL, Walker DH, Weller PF (Eds), Saunders Elsevier, Philadelphia 2011. p.271.

Aygen B, Doganay M, Sumerkan B, et al. Clinical manifestations, complications and treatment of brucellosis: a retrospective evaluation of 480 patients. Med Malad Infect 2002; 32:485.

Hasanjani Roushan MR, Mohrez M, Smailnejad Gangi SM, et al. Epidemiological features and clinical manifestations in 469 adult patients with brucellosis in Babol, Northern Iran. Epidemiol Infect 2004; 132:1109.

Bosilkovski M, Krteva L, Caparoska S, Dimzova M. Osteoarticular involvement in brucellosis: study of 196 cases in the Republic of Macedonia. Croat Med J 2004; 45:727.

Geyik MF, Gür A, Nas K, et al. Musculoskeletal involvement of brucellosis in different age groups: a study of 195 cases. Swiss Med Wkly 2002; 132:98.

Bosilkovski M, Kirova-Urosevic V, Cekovska Z, et al. Osteoarticular involvement in childhood brucellosis: experience with 133 cases in an endemic region. Pediatr Infect Dis J 2013; 32:815.

Hashemi SH, Keramat F, Ranjbar M, et al. Osteoarticular complications of brucellosis in Hamedan, an endemic area in the west of Iran. Int J Infect Dis 2007; 11:496.

Colmenero JD, Ruiz-Mesa JD, Plata A, et al. Clinical findings, therapeutic approach, and outcome of brucellar vertebral osteomyelitis. Clin Infect Dis 2008; 46:426.

Mousa AM, Bahar RH, Araj GF, et al. Neurological complications of brucella spondylitis. Acta Neurol Scand 1990; 81:16.

Solera J, Lozano E, Martínez-Alfaro E, et al. Brucellar spondylitis: review of 35 cases and literature survey. Clin Infect Dis 1999; 29:1440.

Bosilkovski M, Krteva L, Dimzova M, Kondova I. Brucellosis in 418 patients from the Balkan Peninsula: exposure-related differences in clinical manifestations, laboratory test results, and therapy outcome. Int J Infect Dis 2007; 11:342.

Pappas G, Bosilkovski M, Akritidis N, et al. Brucellosis and the respiratory system. Clin Infect Dis 2003; 37:e95.

Mantur BG, Biradar MS, Bidri RC, et al. Protean clinical manifestations and diagnostic challenges of human brucellosis in adults: 16 years’ experience in an endemic area. J Med Microbiol 2006; 55:897.

Erdem H, Inan A, Elaldi N, et al. Respiratory system involvement in brucellosis: the results of the Kardelen study. Chest 2014; 145:87.

Herrick JA, Lederman RJ, Sullivan B, et al. Brucella arteritis: clinical manifestations, treatment, and prognosis. Lancet Infect Dis 2014; 14:520.

Rolando I, Olarte L, Vilchez G, et al. Ocular manifestations associated with brucellosis: a 26-year experience in Peru. Clin Infect Dis 2008; 46:1338.

Ariza J, Servitje O, Pallarés R, et al. Characteristic cutaneous lesions in patients with brucellosis. Arch Dermatol 1989; 125:380.

Ariza J, Bosilkovski M, Cascio A, et al. Perspectives for the treatment of brucellosis in the 21st century: the Ioannina recommendations. PLoS Med 2007; 4:e317.

Ariza J, Corredoira J, Pallares R, et al. Characteristics of and risk factors for relapse of brucellosis in humans. Clin Infect Dis 1995; 20:1241.

Roushan MR, Gangi SM, Ahmadi SA. Comparison of the efficacy of two months of treatment with co-trimoxazole plus doxycycline vs. co-trimoxazole plus rifampin in brucellosis. Swiss Med Wkly 2004; 134:564.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Espinosa A. Recognition and optimum treatment of brucellosis. Drugs 1997; 53:245.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Espinosa A, et al. Multivariate model for predicting relapse in human brucellosis. J Infect 1998; 36:85.

SPINK WW. What is chronic brucellosis? Ann Intern Med 1951; 35:358.

Al Dahouk S, Tomaso H, Nöckler K, et al. Laboratory-based diagnosis of brucellosis–a review of the literature. Part II: serological tests for brucellosis. Clin Lab 2003; 49:577.

Bosilkovski M, Katerina S, Zaklina S, Ivan V. The role of Brucellacapt test for follow-up patients with brucellosis. Comp Immunol Microbiol Infect Dis 2010; 33:435.

Mantecón Mde L, Gutiérrez MP, Zarzosa Mdel P, et al. Influence of brucellosis history on serological diagnosis and evolution of patients with acute brucellosis. J Infect 2008; 57:397.

al-Eissa YA, Assuhaimi SA, al-Fawaz IM, et al. Pancytopenia in children with brucellosis: clinical manifestations and bone marrow findings. Acta Haematol 1993; 89:132.

Karakukcu M, Patiroglu T, Ozdemir MA, et al. Pancytopenia, a rare hematologic manifestation of brucellosis in children. J Pediatr Hematol Oncol 2004; 26:803.

al Deeb SM, Yaqub BA, Sharif HS, Phadke JG. Neurobrucellosis: clinical characteristics, diagnosis, and outcome. Neurology 1989; 39:498.

Guven T, Ugurlu K, Ergonul O, et al. Neurobrucellosis: clinical and diagnostic features. Clin Infect Dis 2013; 56:1407.

López-Cortés LF, Cruz-Ruiz M, Gómez-Mateos J, et al. Adenosine deaminase activity in the CSF of patients with aseptic meningitis: utility in the diagnosis of tuberculous meningitis or neurobrucellosis. Clin Infect Dis 1995; 20:525.

Araj GF, Lulu AR, Mustafa MY, Khateeb MI. Evaluation of ELISA in the diagnosis of acute and chronic brucellosis in human beings. J Hyg (Lond) 1986; 97:457.

Araj GF. Human brucellosis: a classical infectious disease with persistent diagnostic challenges. Clin Lab Sci 1999; 12:207.

Mantur BG, Mangalgi SS. Evaluation of conventional castaneda and lysis centrifugation blood culture techniques for diagnosis of human brucellosis. J Clin Microbiol 2004; 42:4327.

Kolman S, Maayan MC, Gotesman G, et al. Comparison of the Bactec and lysis concentration methods for recovery of Brucella species from clinical specimens. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1991; 10:647.

Yagupsky P, Peled N, Press J, et al. Comparison of BACTEC 9240 Peds Plus medium and isolator 1.5 microbial tube for detection of Brucella melitensis from blood cultures. J Clin Microbiol 1997; 35:1382.

Gotuzzo E, Carrillo C, Guerra J, Llosa L. An evaluation of diagnostic methods for brucellosis–the value of bone marrow culture. J Infect Dis 1986; 153:122.

Gazapo E, Gonzalez Lahoz J, Subiza JL, et al. Changes in IgM and IgG antibody concentrations in brucellosis over time: importance for diagnosis and follow-up. J Infect Dis 1989; 159:219.

Mert A, Ozaras R, Tabak F, et al. The sensitivity and specificity of Brucella agglutination tests. Diagn Microbiol Infect Dis 2003; 46:241.

Godfroid J, Cloeckaert A, Liautard JP, et al. From the discovery of the Malta fever’s agent to the discovery of a marine mammal reservoir, brucellosis has continuously been a re-emerging zoonosis. Vet Res 2005; 36:313.

Young EJ. Serologic diagnosis of human brucellosis: analysis of 214 cases by agglutination tests and review of the literature. Rev Infect Dis 1991; 13:359.

Serra J, Viñas M. Laboratory diagnosis of brucellosis in a rural endemic area in northeastern Spain. Int Microbiol 2004; 7:53.

Memish ZA, Almuneef M, Mah MW, et al. Comparison of the Brucella Standard Agglutination Test with the ELISA IgG and IgM in patients with Brucella bacteremia. Diagn Microbiol Infect Dis 2002; 44:129.

Baldi PC, Giambartolomei GH, Wallach JC, et al. Limited diagnostic usefulness of antibodies to cytoplasmic proteins of Brucella in early-treated human brucellosis. Scand J Infect Dis 2001; 33:200.

Al Dahouk S, Nöckler K. Implications of laboratory diagnosis on brucellosis therapy. Expert Rev Anti Infect Ther 2011; 9:833.

Rubach MP, Halliday JE, Cleaveland S, Crump JA. Brucellosis in low-income and middle-income countries. Curr Opin Infect Dis 2013; 26:404.

Young EJ. Human brucellosis. Rev Infect Dis 1983; 5:821.

Gad El-Rab MO, Kambal AM. Evaluation of a Brucella enzyme immunoassay test (ELISA) in comparison with bacteriological culture and agglutination. J Infect 1998; 36:197.

ZINNEMAN HH, GLENCHUR H, HALL WH. The nature of blocking antibodies in human brucellosis. J Immunol 1959; 83:206.

Wilkinson PC. Immunoglobulin patterns of antibodies against Brucella in man and animals. J Immunol 1966; 96:457.

Morata P, Queipo-Ortuño MI, Reguera JM, et al. Development and evaluation of a PCR-enzyme-linked immunosorbent assay for diagnosis of human brucellosis. J Clin Microbiol 2003; 41:144.

Lindquist D, Chu MC, Probert WWS. Francisella and Brucella. In: Manual of Clinical Microbiology, 9th Ed, Murray PR, Baron EJO, Jorgensen JH, Landry ML, Pfaller MA (Eds), ASM Press, Washington DC 2007. p.824.

Gee JE, De BK, Levett PN, et al. Use of 16S rRNA gene sequencing for rapid confirmatory identification of Brucella isolates. J Clin Microbiol 2004; 42:3649.

Marianelli C, Petrucca A, Pasquali P, et al. Use of MLVA-16 typing to trace the source of a laboratory-acquired Brucella infection. J Hosp Infect 2008; 68:274.

Al Dahouk S, Flèche PL, Nöckler K, et al. Evaluation of Brucella MLVA typing for human brucellosis. J Microbiol Methods 2007; 69:137.

Khateeb MI, Araj GF, Majeed SA, Lulu AR. Brucella arthritis: a study of 96 cases in Kuwait. Ann Rheum Dis 1990; 49:994.

Sommers H M. The microbiology laboratory in the diagnosis of infectious arthritis. Clin Rhemn Dis 1978; 4:63.

Goldenberg DL, Reed JI. Bacterial arthritis. N Engl J Med 1985; 312:764.

Julkunen H. Reactive arthritis. Bull Rheum Dis 1979; 29:1002.

Andonopoulos AP, Asimakopoulos G, Anastasiou E, Bassaris HP. Brucella arthritis. Scand J Rheumatol 1986; 15:377.

Ariza J, Pigrau C, Cañas C, et al. Current understanding and management of chronic hepatosplenic suppurative brucellosis. Clin Infect Dis 2001; 32:1024.

Pourbagher A, Pourbagher MA, Savas L, et al. Epidemiologic, clinical, and imaging findings in brucellosis patients with osteoarticular involvement. AJR Am J Roentgenol 2006; 187:873.

Solera J. Treatment of human brucellosis. J Med Liban 2000; 48:255.

Yousefi-Nooraie R, Mortaz-Hejri S, Mehrani M, Sadeghipour P. Antibiotics for treating human brucellosis. Cochrane Database Syst Rev 2012; 10:CD007179.

Pappas G, Papadimitriou P, Christou L, Akritidis N. Future trends in human brucellosis treatment. Expert Opin Investig Drugs 2006; 15:1141.

Joint Food and Agriculture Organization (FAO), World Health Organization (WHO). FAO-WHO expert committee on brucellosis (Sixth report). WHO technical report series, no 740. Geneva: World Health Organization; 1986: p. 56-7.

Hasanjani Roushan MR, Mohraz M, Hajiahmadi M, et al. Efficacy of gentamicin plus doxycycline versus streptomycin plus doxycycline in the treatment of brucellosis in humans. Clin Infect Dis 2006; 42:1075.

Ariza J, Gudiol F, Pallares R, et al. Treatment of human brucellosis with doxycycline plus rifampin or doxycycline plus streptomycin. A randomized, double-blind study. Ann Intern Med 1992; 117:25.

Solera J, Rodríguez-Zapata M, Geijo P, et al. Doxycycline-rifampin versus doxycycline-streptomycin in treatment of human brucellosis due to Brucella melitensis. The GECMEI Group. Grupo de Estudio de Castilla-la Mancha de Enfermedades Infecciosas. Antimicrob Agents Chemother 1995; 39:2061.

Solera J, Martínez-Alfaro E, Sáez L. [Meta-analysis of the efficacy of the combination of +rifampicin and doxycycline in the treatment of human brucellosis]. Med Clin (Barc) 1994; 102:731.

Skalsky K, Yahav D, Bishara J, et al. Treatment of human brucellosis: systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. BMJ 2008; 336:701.

Al-Tawfiq JA. Therapeutic options for human brucellosis. Expert Rev Anti Infect Ther 2008; 6:109.

Falagas ME, Bliziotis IA. Quinolones for treatment of human brucellosis: critical review of the evidence from microbiological and clinical studies. Antimicrob Agents Chemother 2006; 50:22.

Akova M, Uzun O, Akalin HE, et al. Quinolones in treatment of human brucellosis: comparative trial of ofloxacin-rifampin versus doxycycline-rifampin. Antimicrob Agents Chemother 1993; 37:1831.

Karabay O, Sencan I, Kayas D, Sahin I. Ofloxacin plus rifampicin versus doxycycline plus rifampicin in the treatment of brucellosis: a randomized clinical trial [ISRCTN11871179]. BMC Infect Dis 2004; 4:18.

Mousa AR, Elhag KM, Khogali M, Marafie AA. The nature of human brucellosis in Kuwait: study of 379 cases. Rev Infect Dis 1988; 10:211.

Ranjbar M, Keramat F, Mamani M, et al. Comparison between doxycycline-rifampin-amikacin and doxycycline-rifampin regimens in the treatment of brucellosis. Int J Infect Dis 2007; 11:152.

El Miedany YM, El Gaafary M, Baddour M, Ahmed I. Human brucellosis: do we need to revise our therapeutic policy? J Rheumatol 2003; 30:2666.

Mantur BG, Akki AS, Mangalgi SS, et al. Childhood brucellosis–a microbiological, epidemiological and clinical study. J Trop Pediatr 2004; 50:153.

al-Eissa YA, Kambal AM, al-Nasser MN, et al. Childhood brucellosis: a study of 102 cases. Pediatr Infect Dis J 1990; 9:74.

Alp E, Doganay M. Current therapeutic strategy in spinal brucellosis. Int J Infect Dis 2008; 12:573.

Alp E, Koc RK, Durak AC, et al. Doxycycline plus streptomycin versus ciprofloxacin plus rifampicin in spinal brucellosis [ISRCTN31053647]. BMC Infect Dis 2006; 6:72.

Pappas G, Seitaridis S, Akritidis N, Tsianos E. Treatment of brucella spondylitis: lessons from an impossible meta-analysis and initial report of efficacy of a fluoroquinolone-containing regimen. Int J Antimicrob Agents 2004; 24:502.

Pappas G, Akritidis N, Christou L. Treatment of neurobrucellosis: what is known and what remains to be answered. Expert Rev Anti Infect Ther 2007; 5:983.

Gul HC, Erdem H, Gorenek L, et al. Management of neurobrucellosis: an assessment of 11 cases. Intern Med 2008; 47:995.

Erdem H, Ulu-Kilic A, Kilic S, et al. Efficacy and tolerability of antibiotic combinations in neurobrucellosis: results of the Istanbul study. Antimicrob Agents Chemother 2012; 56:1523.

McLean DR, Russell N, Khan MY. Neurobrucellosis: clinical and therapeutic features. Clin Infect Dis 1992; 15:582.

Lulu AR, Araj GF, Khateeb MI, et al. Human brucellosis in Kuwait: a prospective study of 400 cases. Q J Med 1988; 66:39.

Mert A, Kocak F, Ozaras R, et al. The role of antibiotic treatment alone for the management of Brucella endocarditis in adults: a case report and literature review. Ann Thorac Cardiovasc Surg 2002; 8:381.

Koruk ST, Erdem H, Koruk I, et al. Management of Brucella endocarditis: results of the Gulhane study. Int J Antimicrob Agents 2012; 40:145.

Pellicer T, Ariza J, Foz A, et al. Specific antibodies detected during relapse of human brucellosis. J Infect Dis 1988; 157:918.

Baldi PC, Miguel SE, Fossati CA, Wallach JC. Serological follow-up of human brucellosis by measuring IgG antibodies to lipopolysaccharide and cytoplasmic proteins of Brucella species. Clin Infect Dis 1996; 22:446.

Payne DJ. Letter: Chronic brucellosis. Br Med J 1974; 2:221.

Morata P, Queipo-Ortuño MI, Reguera JM, et al. Posttreatment follow-Up of brucellosis by PCR assay. J Clin Microbiol 1999; 37:4163.

Goldbaum FA, Rubbi CP, Wallach JC, et al. Differentiation between active and inactive human brucellosis by measuring antiprotein humoral immune responses. J Clin Microbiol 1992; 30:604.

Navarro E, Segura JC, Castaño MJ, Solera J. Use of real-time quantitative polymerase chain reaction to monitor the evolution of Brucella melitensis DNA load during therapy and post-therapy follow-up in patients with brucellosis. Clin Infect Dis 2006; 42:1266.

Vrioni G, Pappas G, Priavali E, et al. An eternal microbe: Brucella DNA load persists for years after clinical cure. Clin Infect Dis 2008; 46:e131.

Gulsun S, Aslan S, Satici O, Gul T. Brucellosis in pregnancy. Trop Doct 2011; 41:82.

Montejo JM, Alberola I, Glez-Zarate P, et al. Open, randomized therapeutic trial of six antimicrobial regimens in the treatment of human brucellosis. Clin Infect Dis 1993; 16:671.

Tanir G, Tufekci SB, Tuygun N. Presentation, complications, and treatment outcome of brucellosis in Turkish children. Pediatr Int 2009; 51:114.

El-Amin EO, George L, Kutty NK, et al. Brucellosis in children of Dhofar Region, Oman. Saudi Med J 2001; 22:610.

Issa H, Jamal M. Brucellosis in children in south Jordan. East Mediterr Health J 1999; 5:895.

Khuri-Bulos NA, Daoud AH, Azab SM. Treatment of childhood brucellosis: results of a prospective trial on 113 children. Pediatr Infect Dis J 1993; 12:377.

Lubani MM, Dudin KI, Sharda DC, et al. A multicenter therapeutic study of 1100 children with brucellosis. Pediatr Infect Dis J 1989; 8:75.

American Academy of Pediatrics. Red Book: 2018 Report of the Committee on Infectious Diseases, 31st ed, Kimberlin DW, Brady MT, Jackson MA, Long SS (Eds), American Academy of Pediatrics, Itasca, IL 2018.

Roushan MR, Mohraz M, Janmohammadi N, Hajiahmadi M. Efficacy of cotrimoxazole and rifampin for 6 or 8 weeks of therapy in childhood brucellosis. Pediatr Infect Dis J 2006; 25:544.

Gottesman G, Vanunu D, Maayan MC, et al. Childhood brucellosis in Israel. Pediatr Infect Dis J 1996; 15:610.

Sánchez-Tamayo T, Colmenero JD, Martínez-Cortés F, et al. Failure of short-term antimicrobial therapy in childhood brucellosis. Pediatr Infect Dis J 1997; 16:323.

Lubani MM, Dudin KI, Araj GF, et al. Neurobrucellosis in children. Pediatr Infect Dis J 1989; 8:79.

Habeeb YK, Al-Najdi AK, Sadek SA, Al-Onaizi E. Paediatric neurobrucellosis: case report and literature review. J Infect 1998; 37:59.

Omar FZ, Zuberi S, Minns RA. Neurobrucellosis in childhood: six new cases and a review of the literature. Dev Med Child Neurol 1997; 39:762.

Corbel MJ. Brucellosis: an overview. Emerg Infect Dis 1997; 3:213.

Artículos relacionados